Una vez le preguntaron a la Madre Teresa de
Calcuta si era santa: ¿Madre Teresa usted es santa? Ella respondió
tranquilamente: Sí, lo soy. Aquella persona quedó sorprendida por la respuesta
de esta mujer, dado a que ninguna persona santa se atrevía a decir aquello de
sí misma. Aquella persona con bastante sorpresa le replicó: ¡pero madre, usted
misma se ha llamado santa¡ La Madre Teresa responde con sencillez: ¡Sí, porque
ser santo es hacer la voluntad de Dios, y yo… estoy haciendo la voluntad de
Dios!
El 4 de septiembre del 2016 la Madre
Teresa de Calcuta fue elevada a los
altares por el Papa Francisco, su canonización es debido a la sencillez y a la
caridad con la que manejaba la vida, hoy en día es venerada como la “Santa Madre
Teresa de Calcuta”, por lo tanto, esta mujer no mintió al decir que era santa.
Es probable que aún en nuestro siglo XXI exista ese ideal “angelicaloide”
de lo que es ser santo, se cree que una persona es santa: por sus muchas hora
de oración, por ser pregonero de la caridad, por sus incomparables sacrificios,
por tener revelaciones divinas, por
hacer milagros, por tener el don de la levitación, hablar con los animales o
hacer otras tantas cosas sobrenaturales; es cierto que estos atributos pueden
dar señales de santidad, sin embargo, la
santidad se encuentra en una respuesta más sencilla: “hacer la voluntad de
Dios”.
Todos los santos que conocemos en la
Iglesia son venerados por haber mantenido esa fuerte comunión con Dios, por
sentir ese placer al cumplir su Voluntad. Por consiguiente, lo esencial a la
santidad no es una vivencia sobrenatural con imaginaciones místicas, lo
esencial es llevar una vida con
naturalidad guida por Dios. Jesús nos
dice: “Carguen con mi yugo y aprendan de mí, que soy manso y humilde de
corazón, y encontrarán descanso para su vida (Mt 11, 29)” Una vida guida
por Dios no nos lleva al pecado, sino a la gracia y a la felicidad plena. Jesús
nos pide mansedumbre y humildad, porque estas son las cualidades necesarias
para alguien que quiere seguirle a “ÉL”. El que no es humilde le cuesta hacer la
voluntad de Dios, le cuesta tener fe en Dios, porque se cree capaz por sí
mismo, quiere hacer su propia voluntad.
También la persona que no tiene mansedumbre termina desesperándose
porque quiere que las cosas sucedan cuando él quiere y no cuando Dios quiera,
vive constantemente preocupado de su mundo externo y no tiene concentración
para escuchar la voz de Dios.
¿Cómo
descubrir la voluntad de Dios? Es
voluntad de Dios todo aquello que no nos lleva al pecado, por ejemplo, en la
historia de Adán y Eva queda bien expresada la voluntad de Dios “Puedes comer de todos los árboles del
jardín; pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no comas; porque el día
en que comas de el, quedarás sujeto a la muerte (Gn 2, 16-17) ” En este pasaje queda claro que Dios quiere lo
mejor para nosotros, él nos advierte sobre el peligro, nos dice que no comamos
los frutos del pecado porque nos ama, y
quiere que vivamos. Su voluntad es alejarte del pecado, para que puedas ser
feliz. Las personas que buscan cumplir la voluntad de Dios, son personas que tienen
deseo de sentir ese amor que Dios ha querido darle desde siempre a la
humanidad. Los santos hacían la voluntad de Dios porque ellos sentían la protección
de un Padre que le ama. Decir: ¡Yo soy santo!, es decir: ¡Yo me dejó querer por
Dios!
¡Ahora bien! En el mundo en el que vivimos
y nos desenvolvemos es un mundo con bastantes ofertas que nos alejan del querer
de Dios, es un mundo que hace contraparte a la santidad deseada, constantemente
somos tentados y nos dejamos arrastrar de esas tentaciones pecaminosas, que
terminan empobreciendo nuestro espíritu, sin embargo, en este mundo con ofertas
contrarias a la voluntad de Dios, existe la opción de
mostrar nuestro amor hacia Dios, de mostrar que realmente le queremos a
él. El santo es precisamente aquel que se “diferencia o distingue” porque sus deseos no son
los deseos del mundo, sino estar en Dios.
La idea de santidad no se construye en
cuentos de hadas, se construye en el mundo real que tú y yo compartimos,
debemos ser santo en todos los ambientes que nos desenvolvemos: ser honesto con
nosotros mismos, en el trabajo, en la universidad, en la familia, con mi novia,
con mi comunidad, con mis amigos, con la iglesia, en el centro comercial, en mi
cuenta de Facebook, Instagram, Twitter, WhatsApp, y demás redes sociales, en el
juego de baloncesto, en la playa, y sobre todo con Dios. No podemos ser cristiano
“PART-TIME” como decía el Papa Francisco, refiriéndose a los cristianos que
viven el cristianismo por un tiempo o por una temporada, a esos que se
comportan santamente en el hogar pero en su vida virtual son un escándalo, a
esos que tratan cristianamente a los hermanos de la iglesia, pero no a los
hermanos de la calle, a esos que toman vacaciones del cristianismo (Hoy soy
cristiano, mañana no. Estoy de vacaciones) En definitiva, debemos ser cristiano
“FULL-TIME”, es decir, muestro mi identidad cristiana en todo tiempo y espacio.
Para San José María Escrivá de Balaguer la
santidad no consiste en ser un “niño bueno”, sino en ser un adulto en la fe, aquel que se
lanza al mundo y muestra su convicción
de Dios en todas las actividades en la que trabaja, aquel que está dispuesto
arriesgarse porque su seguridad es Dios, aquel que ha pecado pero que decide
levantarse porque sabe que la misericordia de Dios es más grande que sus
pecados, aquel que no se siente mejor ni peor que nadie, sino igual que sus
hermanos, aquel que poco a poco siente más amor y alegría por la vida. En
conclusión, nuestra santidad depende de la “ley
o la voluntad del amor”: “Amarás al
Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este
es el precepto más importante; pero el segundo es equivalente: Amarás al
prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende la ley y los profetas
(Mt22, 37-40)”.
“La
santidad no es un privilegio para algunos, es una obligación de todos” (Santa Teresa
de Calcuta)
Lic. Kelvin Sosa
Seminarista Mayor