Meditación

lunes, 10 de abril de 2017

Una Vida Santa en el Siglo XXI

Una vez le preguntaron a la Madre Teresa de Calcuta si era santa: ¿Madre Teresa usted es santa? Ella respondió tranquilamente: Sí, lo soy. Aquella persona quedó sorprendida por la respuesta de esta mujer, dado a que ninguna persona santa se atrevía a decir aquello de sí misma. Aquella persona con bastante sorpresa le replicó: ¡pero madre, usted misma se ha llamado santa¡ La Madre Teresa responde con sencillez: ¡Sí, porque ser santo es hacer la voluntad de Dios, y yo… estoy haciendo la voluntad de Dios!

El 4 de septiembre del 2016 la Madre Teresa de Calcuta  fue elevada a los altares por el Papa Francisco, su canonización es debido a la sencillez y a la caridad con la que manejaba la vida, hoy en día es venerada como la “Santa Madre Teresa de Calcuta”, por lo tanto, esta mujer no mintió al decir que era santa.

Es probable que  aún en nuestro siglo XXI exista ese ideal “angelicaloide” de lo que es ser santo, se cree que una persona es santa: por sus muchas hora de oración, por ser pregonero de la caridad, por sus incomparables sacrificios,  por tener revelaciones divinas, por hacer milagros, por tener el don de la levitación, hablar con los animales o hacer otras tantas cosas sobrenaturales; es cierto que estos atributos pueden dar señales de santidad,  sin embargo, la santidad se encuentra en una respuesta más sencilla: “hacer la voluntad de Dios”.

Todos los santos que conocemos en la Iglesia son venerados por haber mantenido esa fuerte comunión con Dios, por sentir ese placer al cumplir su Voluntad. Por consiguiente, lo esencial a la santidad no es una vivencia sobrenatural con imaginaciones místicas, lo esencial es llevar  una vida con naturalidad guida por Dios.  Jesús nos dice: “Carguen con mi yugo  y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontrarán descanso para su vida (Mt 11, 29)” Una vida guida por Dios no nos lleva al pecado, sino a la gracia y a la felicidad plena. Jesús nos pide mansedumbre y humildad, porque estas son las cualidades necesarias para  alguien que quiere seguirle a “ÉL”.  El que no es humilde le cuesta hacer la voluntad de Dios, le cuesta tener fe en Dios, porque se cree capaz por sí mismo, quiere hacer su propia voluntad.  También la persona que no tiene mansedumbre termina desesperándose porque quiere que las cosas sucedan cuando él quiere y no cuando Dios quiera, vive constantemente preocupado de su mundo externo y no tiene concentración para escuchar la voz de Dios.

¿Cómo descubrir la voluntad de Dios?  Es voluntad de Dios todo aquello que no nos lleva al pecado, por ejemplo, en la historia de Adán y Eva queda bien expresada la voluntad de Dios “Puedes comer de todos los árboles del jardín; pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no comas; porque el día en que comas de el, quedarás sujeto a la muerte (Gn 2, 16-17) ”  En este pasaje queda claro que Dios quiere lo mejor para nosotros, él nos advierte sobre el peligro, nos dice que no comamos los frutos del pecado porque nos ama,  y quiere que vivamos. Su voluntad es alejarte del pecado, para que puedas ser feliz. Las personas que buscan cumplir la voluntad de Dios, son personas que tienen deseo de sentir ese amor que Dios ha querido darle desde siempre a la humanidad. Los santos hacían la voluntad de Dios porque ellos sentían la protección de un Padre que le ama. Decir: ¡Yo soy santo!, es decir: ¡Yo me dejó querer por Dios!

 ¡Ahora bien! En el mundo en el que vivimos y nos desenvolvemos es un mundo con bastantes ofertas que nos alejan del querer de Dios, es un mundo que hace contraparte a la santidad deseada, constantemente somos tentados y nos dejamos arrastrar de esas tentaciones pecaminosas, que terminan empobreciendo nuestro espíritu, sin embargo, en este mundo con ofertas contrarias a la voluntad de Dios, existe la  opción  de  mostrar nuestro amor hacia Dios, de mostrar que realmente le queremos a él. El santo es precisamente aquel que se “diferencia o distingue” porque sus deseos no son los deseos del mundo, sino estar en Dios.

La idea de santidad no se construye en cuentos de hadas, se construye en el mundo real que tú y yo compartimos, debemos ser santo en todos los ambientes que nos desenvolvemos: ser honesto con nosotros mismos, en el trabajo, en la universidad, en la familia, con mi novia, con mi comunidad, con mis amigos, con la iglesia, en el centro comercial, en mi cuenta de Facebook, Instagram, Twitter, WhatsApp, y demás redes sociales, en el juego de baloncesto, en la playa, y sobre todo con Dios. No podemos ser cristiano “PART-TIME” como decía el Papa Francisco, refiriéndose a los cristianos que viven el cristianismo por un tiempo o por una temporada, a esos que se comportan santamente en el hogar pero en su vida virtual son un escándalo, a esos que tratan cristianamente a los hermanos de la iglesia, pero no a los hermanos de la calle, a esos que toman vacaciones del cristianismo (Hoy soy cristiano, mañana no. Estoy de vacaciones)  En definitiva, debemos ser cristiano “FULL-TIME”, es decir, muestro mi identidad cristiana en todo tiempo y espacio.

Para San José María Escrivá de Balaguer la santidad no consiste en ser un “niño bueno”,  sino en ser un adulto en la fe, aquel que se lanza al mundo  y muestra su convicción de Dios en todas las actividades en la que trabaja, aquel que está dispuesto arriesgarse porque su seguridad es Dios, aquel que ha pecado pero que decide levantarse porque sabe que la misericordia de Dios es más grande que sus pecados, aquel que no se siente mejor ni peor que nadie, sino igual que sus hermanos, aquel que poco a poco siente más amor y alegría por la vida. En conclusión, nuestra santidad depende de la “ley o la voluntad del amor”: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el precepto más importante; pero el segundo es equivalente: Amarás al prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende la ley y los profetas (Mt22, 37-40)”.

“La santidad no es un privilegio para algunos, es una obligación de todos” (Santa Teresa de Calcuta)


Lic. Kelvin Sosa
Seminarista Mayor

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